
Las imágenes son un elemento muy potente en los diseños web. El impacto visual y la atención que atrae son demasiado importantes como para no prestar la atención que merece y valorar si es conveniente añadir alguna y que tipo de imagen es la acertada.
Siempre que pongamos una imagen en la primera impresión de una página web tenemos que pensar, ¿sirve para reforzar el mensaje que quiero transmitir?, ¿el usuario necesita ver una imagen de mi producto? Poner simplemente para rellenar no es la solución más inteligente.
En este artículo reflexiono sobre la decisión de poner una imagen en el hero de la web. Esta decisión ha de responder al contexto de la misma web y siempre ha de estar alineada a los objetivos que persigue para tener los suficientes elementos de análisis para valorar y elegir la imagen correcta.
Te pongo dos ejemplos. Si se trata de un e-Commerce que vende ropa, lo normal es añadir alguna imagen en la primera impresión que muestra a un usuario qué tipo de artículos encontrará en el interior de la web. Si es una clínica dedicada a la belleza personal, sería lógico añadir alguna imagen que refuerce el mensaje y que su público objetivo se identifique con la propuesta de valor.
Como los ejemplos anteriores hay muchos más y es de sentido común decir, que las imágenes tienen que ser de buena calidad, tienen que facilitar la legibilidad de un texto y, por lo contrario, el texto no tiene que dificultar la perfecta visión de una imagen (tapar caras o elementos relevantes de la imagen con el texto u otro elemento del diseño)
La regla de oro es muy simple, se trata de hacerse estas dos preguntas ¿Poniendo una imagen me ayuda a reforzar mi mensaje, mi propuesta de valor?, ¿qué tipo de imagen y por qué? Si no tenemos respuestas a estas preguntas, mejor no poner imágenes en el primer pantallazo de la web que puedan despistar a un usuario.